Ese dolor que sientes… no es un error

amor dolor Preciada Azancot

Oct 29, 2025

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Artículo originalmente publicado en nuestro Substack: https://emocionesconciencia.substack.com. Suscríbete y recibirás artículos similares en tu buzón de correo.


A veces, alguien dice algo que te atraviesa.
O hace algo que te rompe por dentro.
Y te quedas con una mezcla de dolor, miedo o rabia que no sabes bien cómo sostener.

En esos momentos, solemos hacernos daño sin darnos cuenta.
Empezamos a pensar que exageramos, que somos demasiado sensibles, que el problema lo tenemos nosotros.

Y no.
Lo que tienes es una respuesta viva, auténtica, humana.

El dolor que aparece no es un defecto. Es una señal de que algo ha sido violado: tu confianza, tu límite, tu verdad.
El miedo no es cobardía. Es esa voz sabia que te alerta: “cuidado, aquí algo puede dañarte”.
Y la rabia, cuando es limpia, no busca destruir. Solo dice: “esto no lo acepto”.

Pero si no las reconoces, si las tapas, si las transformas en culpa o en exigencia, algo se rompe más hondo.
Ahí entra el ego, el falso orgullo. Ese que dice que todo está en tu cabeza, que deberías callar, aguantar, seguir como si nada.

Y entonces te desconectas de ti.
Dejas de confiar en tus propios sentidos.
Y eso… eso sí que duele de verdad.

Por eso, cuando alguien te hiere, o te manipula, o te amenaza de forma sutil, no corras a culparte.
Escucha tus emociones.
Siente el miedo.
Permite la rabia.
Reconoce el dolor.

No para quedarte ahí. Sino para protegerte, limpiarte y crecer desde un lugar verdadero.

Porque el problema no es sentir.
El verdadero problema es no escucharte.
Y tú mereces estar de tu lado, incluso cuando todo lo demás parece en tu contra.

¿Te reconoces en alguna de estas situaciones?¿Cómo reaccionas?


Artículo originalmente publicado en nuestro Substack: https://www.emocionesconciencia.com/ese-dolor-que-sientes-no-es-un-error. Suscríbete y recibirás artículos en tu buzón de correo.

Inspirado en la obra y el legado de Preciada Azancot (1943–2017), creadora del MAT, ciencia del ser humano.
“Cuando respetamos nuestras emociones auténticas, florece lo mejor de nosotros.”

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A veces, alguien dice algo que te atraviesa.
O hace algo que te rompe por dentro.
Y te quedas con una mezcla de dolor, miedo o rabia que no sabes bien cómo sostener.

En esos momentos, solemos hacernos daño sin darnos cuenta.
Empezamos a pensar que exageramos, que somos demasiado sensibles, que el problema lo tenemos nosotros.

Y no.
Lo que tienes es una respuesta viva, auténtica, humana.

El dolor que aparece no es un defecto. Es una señal de que algo ha sido violado: tu confianza, tu límite, tu verdad.
El miedo no es cobardía. Es esa voz sabia que te alerta: “cuidado, aquí algo puede dañarte”.
Y la rabia, cuando es limpia, no busca destruir. Solo dice: “esto no lo acepto”.

Pero si no las reconoces, si las tapas, si las transformas en culpa o en exigencia, algo se rompe más hondo.
Ahí entra el ego, el falso orgullo. Ese que dice que todo está en tu cabeza, que deberías callar, aguantar, seguir como si nada.

Y entonces te desconectas de ti.
Dejas de confiar en tus propios sentidos.
Y eso… eso sí que duele de verdad.

Por eso, cuando alguien te hiere, o te manipula, o te amenaza de forma sutil, no corras a culparte.
Escucha tus emociones.
Siente el miedo.
Permite la rabia.
Reconoce el dolor.

No para quedarte ahí. Sino para protegerte, limpiarte y crecer desde un lugar verdadero.

Porque el problema no es sentir.
El verdadero problema es no escucharte.
Y tú mereces estar de tu lado, incluso cuando todo lo demás parece en tu contra.

¿Te reconoces en alguna de estas situaciones?¿Cómo reaccionas?


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“Cuando respetamos nuestras emociones auténticas, florece lo mejor de nosotros.”

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A veces, alguien dice algo que te atraviesa.
O hace algo que te rompe por dentro.
Y te quedas con una mezcla de dolor, miedo o rabia que no sabes bien cómo sostener.

En esos momentos, solemos hacernos daño sin darnos cuenta.
Empezamos a pensar que exageramos, que somos demasiado sensibles, que el problema lo tenemos nosotros.

Y no.
Lo que tienes es una respuesta viva, auténtica, humana.

El dolor que aparece no es un defecto. Es una señal de que algo ha sido violado: tu confianza, tu límite, tu verdad.
El miedo no es cobardía. Es esa voz sabia que te alerta: “cuidado, aquí algo puede dañarte”.
Y la rabia, cuando es limpia, no busca destruir. Solo dice: “esto no lo acepto”.

Pero si no las reconoces, si las tapas, si las transformas en culpa o en exigencia, algo se rompe más hondo.
Ahí entra el ego, el falso orgullo. Ese que dice que todo está en tu cabeza, que deberías callar, aguantar, seguir como si nada.

Y entonces te desconectas de ti.
Dejas de confiar en tus propios sentidos.
Y eso… eso sí que duele de verdad.

Por eso, cuando alguien te hiere, o te manipula, o te amenaza de forma sutil, no corras a culparte.
Escucha tus emociones.
Siente el miedo.
Permite la rabia.
Reconoce el dolor.

No para quedarte ahí. Sino para protegerte, limpiarte y crecer desde un lugar verdadero.

Porque el problema no es sentir.
El verdadero problema es no escucharte.
Y tú mereces estar de tu lado, incluso cuando todo lo demás parece en tu contra.

¿Te reconoces en alguna de estas situaciones?¿Cómo reaccionas?


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“Cuando respetamos nuestras emociones auténticas, florece lo mejor de nosotros.”

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