La increíble historia de mi amigo de la infancia (que no te va a dejar indiferente)

El MAT aplicado a situaciones cotidianas- Preciada Azancot

12 dic 2025

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Artículo originalmente publicado en nuestro Substack. Suscríbete y recibirás artículos similares en tu buzón de correo.

Hace unas semanas llamé a un amigo del colegio de toda la vida. Su voz sonó igual, pero me contó una historia increíble.

Para poneros un poco en contexto, él siempre tuvo una relación difícil con su padre y con los años, ese dolor se transformó en una auténtica trinchera. Se posicionó con fuerza en un discurso radical contra los hombres donde me llegó a decir “Si yo fuera mujer, también odiaría a los hombres” y que “todos eran iguales”.

Nunca lo juzgué. Sabía que hablaba desde una herida no sanada.

Ahora vive en Mallorca, con su pareja, lejos de papá y mamá. Pero ya sabemos: cambiar de ciudad no cambia la historia. El pasado no se entierra con distancia, se despierta cuando menos lo esperas.

En la llamada me contó lo que le acababa de pasar: en su trabajo, una compañera lo denunció por una broma que a ella le sentó mal. Ella, una mujer frágil, en tratamiento, con un historial de dolencias físicas y emocionales. Y él -trabajador impecable, responsable, buena persona- se vio de repente al borde del abismo. Juicio laboral. Riesgo de despido. Miedo.

Me lo contaba dolido, desconcertado:
“Yo no soy ese tipo de hombre al que deben de tener miedo”
“Yo no soy denunciable.”

Y sin embargo, lo habían denunciado.

Mientras lo escuchaba, algo en mí se encendió. No desde el juicio, sino desde la comprensión. Pensé: En el fondo, él necesitaba vivir esto.

Sí, suena fuerte. Pero cuando sostienes una creencia con tanta fuerza -cuando llevas años gritando por dentro que los hombres son peligrosos-, tu alma hará lo necesario para tener razón. Aunque eso implique convertirte tú mismo en la víctima de esa verdad.

Porque hay algo que olvidamos: El universo no responde a lo que deseamos, responde a lo que creemos.

El MAT nos muestra que cuando una emoción está bloqueada y no es observada y gestionada distorsiona y se transforma en creencias que nos encadenan.

En este caso, pudo ser la rabia auténtica si hubo injusticia o manipulación, una tristeza auténtica si hubo ausencia o carencia afectiva, miedo auténtico si hubo invasión o violencia, amor bloqueado si el vínculo fue ambivalente y no pudo expresarse libremente o un orgullo herido, si no se sintió visto ni valorado como hijo.

Y lo más tremendo es esto: cuando crees algo con tanta convicción, tu vida se acomoda para demostrarte que tienes razón. No porque lo merezcas. No porque lo busques conscientemente. Sino porque tus emociones no resueltas dirigen tu percepción, tus decisiones, tus vínculos… y tu realidad.

Mi amigo no atrajo la denuncia porque hiciera algo terrible. La atrajo porque llevaba años diciéndose que los hombres son culpables. Y el universo, fiel como un espejo, se lo confirmó para que él de alguna forma pudiera decir “Lo ves, yo tenía razón”.

Pero aquí viene lo más importante:

Si eliges cambiar tu creencia, tu realidad también cambia

Esto no es castigo ni magia. Es ley emocional.

Si crees que todos los hombres son como tu padre, verás ese patrón repetido una y otra vez, aunque cambies de pareja, de ciudad, de vida. Porque las creencias son como lentes: no ves el mundo como es, lo ves como eres tú por dentro.

Pero si tienes el valor de revisar lo que crees… de mirar de frente esa vieja verdad y te das el permiso de soltarla, algo en ti se abre.

Y entonces, sí. Estás preparado para que aparezca algo distinto.

Lo sé porque a mí me pasó. Solo cuando solté la exigencia hacia mi padre -cuando dejé de pedirle que fuera lo que nunca supo ser-, apareció el amor. No el ideal. El real. El que ve y abraza sin condiciones.

Y con ese amor, aparecieron otros hombres. Responsables, valientes, cuidadores, cariñosos, comprensivos, sensibles, fuertes…hombres que admiro y me encanta tener a mi lado.

Así que si estás rodeado de hombres que confirman tu peor idea…
Si estás atrapada en una historia que se repite…
Si ya no sabes cómo salir de ese guión…

Hazte esta pregunta:

¿Estoy eligiendo tener razón… o estoy listo para ser feliz?

Porque lo que crees, lo creas.
Y solo cuando crees que hay algo mejor… el universo te lo concede.

Con cariño,

María.


Artículo originalmente publicado en nuestro Substack. Suscríbete y recibirás artículos en tu buzón de correo.

Inspirado en la obra y el legado de Preciada Azancot (1943–2017), creadora del MAT, ciencia del ser humano.
“Cuando respetamos nuestras emociones auténticas, florece lo mejor de nosotros.”

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Hace unas semanas llamé a un amigo del colegio de toda la vida. Su voz sonó igual, pero me contó una historia increíble.

Para poneros un poco en contexto, él siempre tuvo una relación difícil con su padre y con los años, ese dolor se transformó en una auténtica trinchera. Se posicionó con fuerza en un discurso radical contra los hombres donde me llegó a decir “Si yo fuera mujer, también odiaría a los hombres” y que “todos eran iguales”.

Nunca lo juzgué. Sabía que hablaba desde una herida no sanada.

Ahora vive en Mallorca, con su pareja, lejos de papá y mamá. Pero ya sabemos: cambiar de ciudad no cambia la historia. El pasado no se entierra con distancia, se despierta cuando menos lo esperas.

En la llamada me contó lo que le acababa de pasar: en su trabajo, una compañera lo denunció por una broma que a ella le sentó mal. Ella, una mujer frágil, en tratamiento, con un historial de dolencias físicas y emocionales. Y él -trabajador impecable, responsable, buena persona- se vio de repente al borde del abismo. Juicio laboral. Riesgo de despido. Miedo.

Me lo contaba dolido, desconcertado:
“Yo no soy ese tipo de hombre al que deben de tener miedo”
“Yo no soy denunciable.”

Y sin embargo, lo habían denunciado.

Mientras lo escuchaba, algo en mí se encendió. No desde el juicio, sino desde la comprensión. Pensé: En el fondo, él necesitaba vivir esto.

Sí, suena fuerte. Pero cuando sostienes una creencia con tanta fuerza -cuando llevas años gritando por dentro que los hombres son peligrosos-, tu alma hará lo necesario para tener razón. Aunque eso implique convertirte tú mismo en la víctima de esa verdad.

Porque hay algo que olvidamos: El universo no responde a lo que deseamos, responde a lo que creemos.

El MAT nos muestra que cuando una emoción está bloqueada y no es observada y gestionada distorsiona y se transforma en creencias que nos encadenan.

En este caso, pudo ser la rabia auténtica si hubo injusticia o manipulación, una tristeza auténtica si hubo ausencia o carencia afectiva, miedo auténtico si hubo invasión o violencia, amor bloqueado si el vínculo fue ambivalente y no pudo expresarse libremente o un orgullo herido, si no se sintió visto ni valorado como hijo.

Y lo más tremendo es esto: cuando crees algo con tanta convicción, tu vida se acomoda para demostrarte que tienes razón. No porque lo merezcas. No porque lo busques conscientemente. Sino porque tus emociones no resueltas dirigen tu percepción, tus decisiones, tus vínculos… y tu realidad.

Mi amigo no atrajo la denuncia porque hiciera algo terrible. La atrajo porque llevaba años diciéndose que los hombres son culpables. Y el universo, fiel como un espejo, se lo confirmó para que él de alguna forma pudiera decir “Lo ves, yo tenía razón”.

Pero aquí viene lo más importante:

Si eliges cambiar tu creencia, tu realidad también cambia

Esto no es castigo ni magia. Es ley emocional.

Si crees que todos los hombres son como tu padre, verás ese patrón repetido una y otra vez, aunque cambies de pareja, de ciudad, de vida. Porque las creencias son como lentes: no ves el mundo como es, lo ves como eres tú por dentro.

Pero si tienes el valor de revisar lo que crees… de mirar de frente esa vieja verdad y te das el permiso de soltarla, algo en ti se abre.

Y entonces, sí. Estás preparado para que aparezca algo distinto.

Lo sé porque a mí me pasó. Solo cuando solté la exigencia hacia mi padre -cuando dejé de pedirle que fuera lo que nunca supo ser-, apareció el amor. No el ideal. El real. El que ve y abraza sin condiciones.

Y con ese amor, aparecieron otros hombres. Responsables, valientes, cuidadores, cariñosos, comprensivos, sensibles, fuertes…hombres que admiro y me encanta tener a mi lado.

Así que si estás rodeado de hombres que confirman tu peor idea…
Si estás atrapada en una historia que se repite…
Si ya no sabes cómo salir de ese guión…

Hazte esta pregunta:

¿Estoy eligiendo tener razón… o estoy listo para ser feliz?

Porque lo que crees, lo creas.
Y solo cuando crees que hay algo mejor… el universo te lo concede.

Con cariño,

María.


Artículo originalmente publicado en nuestro Substack. Suscríbete y recibirás artículos en tu buzón de correo.

Inspirado en la obra y el legado de Preciada Azancot (1943–2017), creadora del MAT, ciencia del ser humano.
“Cuando respetamos nuestras emociones auténticas, florece lo mejor de nosotros.”

Artículo originalmente publicado en nuestro Substack. Suscríbete y recibirás artículos similares en tu buzón de correo.

Hace unas semanas llamé a un amigo del colegio de toda la vida. Su voz sonó igual, pero me contó una historia increíble.

Para poneros un poco en contexto, él siempre tuvo una relación difícil con su padre y con los años, ese dolor se transformó en una auténtica trinchera. Se posicionó con fuerza en un discurso radical contra los hombres donde me llegó a decir “Si yo fuera mujer, también odiaría a los hombres” y que “todos eran iguales”.

Nunca lo juzgué. Sabía que hablaba desde una herida no sanada.

Ahora vive en Mallorca, con su pareja, lejos de papá y mamá. Pero ya sabemos: cambiar de ciudad no cambia la historia. El pasado no se entierra con distancia, se despierta cuando menos lo esperas.

En la llamada me contó lo que le acababa de pasar: en su trabajo, una compañera lo denunció por una broma que a ella le sentó mal. Ella, una mujer frágil, en tratamiento, con un historial de dolencias físicas y emocionales. Y él -trabajador impecable, responsable, buena persona- se vio de repente al borde del abismo. Juicio laboral. Riesgo de despido. Miedo.

Me lo contaba dolido, desconcertado:
“Yo no soy ese tipo de hombre al que deben de tener miedo”
“Yo no soy denunciable.”

Y sin embargo, lo habían denunciado.

Mientras lo escuchaba, algo en mí se encendió. No desde el juicio, sino desde la comprensión. Pensé: En el fondo, él necesitaba vivir esto.

Sí, suena fuerte. Pero cuando sostienes una creencia con tanta fuerza -cuando llevas años gritando por dentro que los hombres son peligrosos-, tu alma hará lo necesario para tener razón. Aunque eso implique convertirte tú mismo en la víctima de esa verdad.

Porque hay algo que olvidamos: El universo no responde a lo que deseamos, responde a lo que creemos.

El MAT nos muestra que cuando una emoción está bloqueada y no es observada y gestionada distorsiona y se transforma en creencias que nos encadenan.

En este caso, pudo ser la rabia auténtica si hubo injusticia o manipulación, una tristeza auténtica si hubo ausencia o carencia afectiva, miedo auténtico si hubo invasión o violencia, amor bloqueado si el vínculo fue ambivalente y no pudo expresarse libremente o un orgullo herido, si no se sintió visto ni valorado como hijo.

Y lo más tremendo es esto: cuando crees algo con tanta convicción, tu vida se acomoda para demostrarte que tienes razón. No porque lo merezcas. No porque lo busques conscientemente. Sino porque tus emociones no resueltas dirigen tu percepción, tus decisiones, tus vínculos… y tu realidad.

Mi amigo no atrajo la denuncia porque hiciera algo terrible. La atrajo porque llevaba años diciéndose que los hombres son culpables. Y el universo, fiel como un espejo, se lo confirmó para que él de alguna forma pudiera decir “Lo ves, yo tenía razón”.

Pero aquí viene lo más importante:

Si eliges cambiar tu creencia, tu realidad también cambia

Esto no es castigo ni magia. Es ley emocional.

Si crees que todos los hombres son como tu padre, verás ese patrón repetido una y otra vez, aunque cambies de pareja, de ciudad, de vida. Porque las creencias son como lentes: no ves el mundo como es, lo ves como eres tú por dentro.

Pero si tienes el valor de revisar lo que crees… de mirar de frente esa vieja verdad y te das el permiso de soltarla, algo en ti se abre.

Y entonces, sí. Estás preparado para que aparezca algo distinto.

Lo sé porque a mí me pasó. Solo cuando solté la exigencia hacia mi padre -cuando dejé de pedirle que fuera lo que nunca supo ser-, apareció el amor. No el ideal. El real. El que ve y abraza sin condiciones.

Y con ese amor, aparecieron otros hombres. Responsables, valientes, cuidadores, cariñosos, comprensivos, sensibles, fuertes…hombres que admiro y me encanta tener a mi lado.

Así que si estás rodeado de hombres que confirman tu peor idea…
Si estás atrapada en una historia que se repite…
Si ya no sabes cómo salir de ese guión…

Hazte esta pregunta:

¿Estoy eligiendo tener razón… o estoy listo para ser feliz?

Porque lo que crees, lo creas.
Y solo cuando crees que hay algo mejor… el universo te lo concede.

Con cariño,

María.


Artículo originalmente publicado en nuestro Substack. Suscríbete y recibirás artículos en tu buzón de correo.

Inspirado en la obra y el legado de Preciada Azancot (1943–2017), creadora del MAT, ciencia del ser humano.
“Cuando respetamos nuestras emociones auténticas, florece lo mejor de nosotros.”

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